No se si alguien leera esto, recuerdo cuando tenía trece años y empece este blog; internet era un tercio de lo que es ahora así que no creo que se pase por aquí mucha gente. Pero bueno a quien me leela:
voy a empezar a escribir un libro, y hace unos días me acorde de este blog así que simplemente voy a dejar un trocito de lo que he escrito para hacer una prueba de que le parecería al resto del mundo. Así que si alguien lo lee, me podría comentar que le parece.
Muchos besos queridos lectores.
CAPITULO I:
Y. Y final.
Mi buena suerte acababa de morir. Después de pensar sobre
los últimos meses de mi vida he llegado a la conclusión de que empecé a caerme
desde aquella cima en la que estaba desde ese día: treinta y uno de septiembre.
Y es que aparte de ser una memoria con
patas, soy una obsesa con los números. En fin, empieza mi destrucción.
Hacía frío pero no mucho, había gente por la calle pero no
tanta, tenía ganas de ir a casa de Jim pero no excesivas, y es que era todo
normal, no podría describir como me sentía aquella noche, eran las doce y un
minuto y acababa de montarme en un taxi.
- - Señorita, llevo esperándola más de media hora,
pensé que no iba a bajar- era un señor mayor y su tono de voz era muy agradable,
seguramente acababa de ser abuelo y si le hubiese permitido expresar toda su
felicidad me hubiese terminado enseñando las fotos del recién nacido. Sin
embargo no tenía ganas de soportar batallitas de ningún viejo, llegaba tarde y
me tenía que pintar los labios, así que le dije secamente la dirección y saqué el
carmín rojo.
En menos de veinte minutos llegamos, le pagué y ni siquiera
me dio las gracias, supuse que mi antipatía le había destrozado la noche, volví
a abrir la puerta y le di un billete de diez:
- - Para que le compre algo a su nieto, espero que
no le haya trastornado mi silencio pero simplemente no tenía ganas de hablar-
Me sonrió y entonces yo sonreí, mi obra caritativa había resultado un éxito.
Llamé al telefonillo, me abrió Pepe como siempre, si es que más que
el novio de Jimena parecía su mayordomo. Ella era una explosión, tanto para lo
bueno como para lo malo, podía pasar de cien a menos cien en décimas de
segundo, podía dejarte sin aliento o podía dejarte KO de aburrimiento, sin
embargo era la única que conseguía convencer a cualquiera del plan más absurdo;
tenía labia, tanta que resultaba peligrosa. Él era muy apuesto; alto, grande, fuerte, pelo
castaño claro y facciones de la cara muy marcadas, de hecho era modelo. Nunca
me creí que le escogieran solo por el físico, estaba segura de que su
personalidad era lo que realmente le había impulsado a los desfiles más
importantes. Y es que era un sumiso, no solo con su novia, sino en general, era
perfecto para ser mandado y obedecer, no se quejaba, solo lo hacía y no lo
pensaba. Era Pepe, Pepe el bueno, Pepe el tonto.
- - Ey, qué pasa Pepito, ¿Cómo estás?- Nos dimos un
abrazo de los fuertes, y me estrujo el moflete con un beso. Qué bien olía el
cabrón, en verdad a Jimena le había
tocado la lotería, en estas edades solo necesitamos a cualquiera que follara bien.
- - Yo muy bien pero tú te vas a caer por las
escaleras algún día, no sé cómo sobrevives a diez pisos andando.
- - Ya sabes que estoy en contra del cambio climático
y solo uso el ascensor en caso de emergencia: cuando voy borracha.
- - Anda entra, vigorexica – Pronunció tan
exageradamente sexy la x que me recordó a cuando nos acostamos. Solo fue una
noche y no estuvo mal, estuvo bastante bien, solo que yo no soporté ser la
dominante durante todo el acto así que se lo cedí a Jim.